La forma tradicional de la casa fue proscrita por la modernidad. A mediados del siglo XX comienza a definirse conceptualmente el poliedro de las siete caras significándose en tanto hogar identitario de lo humano y, por excelencia, como el arquetipo de la arquitectura, intemporal y universal, que no proviene de ninguna cultura en particular, sino de todas. Está en el imaginario individual y el colectivo.