Hasta entonces había tenido suerte en todo lo que había hecho, pero aquellos últimos días le habían sido más que desfavorables hostiles. Como hombre cuya vida entera parecía un juego de azar muy peligroso conocía bien estos bruscos cambios de la fortuna y sabía aceptarlos con calma: la puesta en este juego era la vida, su propia vida y la de los demás, y gracias a esto había aprendido a estar siempre alerta, a darse cuenta rápidamente de la situación y a calcular con sangre fría.