Chema Álvarez ha querido dirigirse en este libro a los jóvenes, ofreciéndoles, en un lenguaje cercano, desenfadado y algo rebelde (no con intención de aparentar ser un joven más, sino con el objetivo de ser comprendido), una serie de meditaciones sobre la felicidad y la vida. Reflexiones que quieren reforzar la importancia del vivir y la necesidad de hacerlo con una intención y unos contenidos que den sentido a la vida y ayuden a disfrutarla, para –en palabras de Isabel Rojas-Estapé en el prólogo–, «poner todos los medios para tener una personalidad equilibrada» y ser capaces «diseñar un proyecto de vida». Para esto, el autor parte de su propia experiencia de vida, que no es mejor ni peor que la de cualquier otro adulto veterano, pero está impregnada de la enseñanza del Evangelio de Jesucristo.